MI YO
HETEROSEXUAL
Yo tengo muy claro que me gustan los hombres,
pero ella y los tragos, lograron que de mi entre pierna saliera el monstro que
tengo adentro. A partir de ese momento dejé de ser yo mismo y me volví un
marica heterosexual. La cogí con fuerza contra la pared y le di un beso duro y
sucio. El beso pareció durar una eternidad, ya sentía la fuerza en mis caderas
y su humedad, aunque no la había tocado, todo se llenó de electricidad, pasé
mis manos por todo su cuerpo, palpé sus pezones duros, mi excitación seguía creciendo
mientras mis manos descendían aún más, sus caderas se movían de forma
instintiva hacía mi cuerpo, el frenesí de emociones se apoderó de mí, bajé las
manos hacía su vagina y ahí estaba… completamente mojada, yo no podía esperar
más, así que la puse de espalda contra la puerta, subí su vestido sin ninguna
sutileza y arranque sus tangas; sin dudarlo ni un segundo la penetré con
fuerza, no me interesaba si estaba cómoda o no, solo me interesaba venirme.
Hacía muchos años no sentía una vagina que se contraía con la entrada de mi
pene, esta sensación me invadió y me vine. Ella no llegó al orgasmo, creo,
realmente no me importó.
Bajó su vestido, abrí la puerta de la
habitación y cerré la puerta en sus narices, me tumbe en la cama hasta que Cata
me despertó con un café en la mano.
La mañana me vino como un puño en mis narices,
me di cuenta lo que había hecho, eso era lo que decían mis amigos cuando
sentían el guayabo emocional, recordé todo lo que había hecho y me sentí sucio.
Ella seguramente no se merecía esto, pero igual es una fácil, me estaba
debatiendo si contarle a Cata o no, cuando de repente la veo entrar con el
desayuno y me saluda con una sonrisa tímida y me dice – Hola Nick ¿cómo estás?,
¿qué tal tu noche? – y soltó una tímida sonrisa morronga. – no muy buena, y la
tuya – le dije con rabia – la mía, excelente. Cata me miró fijamente a los ojos
y un segundo después le dijo a Ana Sofía que se fuera.
-
¿Qué carajos has
hecho Nicolás? – traté de hacerle la cara de consentido que siempre le hago
para tranquilizarla, pero esta vez no me funcionó - ¿Te tiraste a Ana Sofía? –
me preguntó directamente, me sentí perdido, pero me tocaba soltarlo, quien mas
sino ella para darme un consejo
-
Si, la verdad
tuve un momento de debilidad anoche – no atiné a decir nada más
-
No lo puedo
creer, a Nicolás Jaramillo se le secó la canoa – dijo con sus ojos como platos.
-
Bueno, no lo
pongas de esa forma, sencillamente era lo había a la mano
-
Cuidado con esa
vieja, es una desorientada, mañana querrá casarse contigo – dijo a manera de
sentencia.
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