En
el reproductor suena “Hoy es mañana” una cumbia demasiado alegre para mi estado
habitual de ánimo; no digo con esto que soy una de esas deprimentes y
deprimidas personas que no sonríen en la mañana con el primer rayo de sol que
toca sus caras, pero tampoco soy la más feliz y optimista del mundo. Aparte de la música, llevo conmigo una blusa
bastante playera para Bogotá, aunque con estos calores solo nos faltaría el
mar, en lugar de eso tenemos cicloruta. Algo en el ambiente se siente diferente
y no precisamente un aire de felicidad, tranquilidad u optimismo, por el
contrario mis bellos en los brazos sienten que la gran mayoría de bogotanos que
ven noticias y siguen las redes sociales están llenos de ira o dolor por nuestro
país, esto cada vez va de mal en peor, pero lo peor de todo es que el mayor
porcentaje de colombianos es demasiado ignorante para pelear por lo que es suyo
o nuestro. Somos Colombia, somos como una adolescente con depresión y problemas
de mamá.
Esa
es la vibra que siento hoy, pero intento ponerle la mejor de las actitudes,
hasta me maquillé un poco haciendo un gran esfuerzo por mantener el
positivismo. Aunque ahora con un poco más de calma reflexiono en la verdadera
razón de mi ausencia de fatalismo remplazado por un estado positivo poco usual
en mi ser, tal vez es el miedo a una rebelión, pero el que todos se levantaran
en armas me satisfaría un poco por el futuro de mi ciudad y país, pero también me
daría mucho miedo, casi pánico porque estoy segura que mi instinto de supervivencia
es nulo o inexistente y estoy segura que moriría en la primera tanda.
O
tal vez impulsada mi actitud positiva por el miedo a una depresión en masa,
donde todos se dieran por vencidos ante la impotencia que produce pelar siendo
los de abajo.
https://www.youtube.com/watch?v=qHUVmYhj6U0
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